Ante la debilidad del dólar, la moneda latinoamericana ha roto esta semana el piso de las 17,45 unidades, su máximo nivel en siete años. Los analistas perfilan sus quinielas sobre un tipo de cambio que ya ha roto todos los pronósticos
El peso mexicano se ha coronado de nuevo esta semana. Ante la incertidumbre en la discusión del techo de deuda en Estados Unidos, la moneda latinoamericana se apreció a 17,42 unidades por dólar, su mejor nivel desde mayo de 2016. Al romper esta nueva barrera, el peso encabeza la lista de las divisas emergentes con mejor desempeño en lo que va del año, una inercia que comenzó a mediados de 2022. Aunque después de alcanzar este nuevo piso se depreció ligeramente a 17,75 unidades por dólar, los pronósticos aún son favorables para la moneda, que llegó devaluarse hasta los 25 pesos por cada divisa estadounidense en 2020. La principal interrogante a responder es cuánto más se mantendrá la paridad a favor del peso. Las señales para una aproximación más certera, coinciden analistas, se encuentran del otro lado de la frontera: en las decisiones de política monetaria y desempeño económico en EE UU.
Las previsiones de los cuarteles financieros aún contemplan un dólar debilitado ante la incertidumbre en la discusión sobre su techo de deuda, así como por las señales de la Reserva Federal de que frenará el alza en sus tasas de interés, en un rango de 5% a 5,25%. A pesar de que se llegase a concretar el alto en la subida de tasas, el diferencial con la tasa de México —situada en 11,25%— seguirá siendo amplio, una brecha que jugará a favor del país latinoamericano. Además de la política restrictiva del Banco de México, otros de los factores que han contribuido a esta buena racha en la paridad han sido el flujo de dólares que llegan al país por exportaciones, inversión extranjera directa y remesas —el país recibió una cifra inédita en 2022: más de 58.000 millones de dólares—, así como finanzas públicas sanas, sin un nivel de deuda alarmante y estabilidad política respecto a otros países emergentes.
“Sí, ha sorprendido que el peso esté por debajo de los 18 pesos por dólar porque iba contra todo pronóstico”, reconoce Gabriela Siller, directora de Análisis de Banco Base. La especialista atribuye la apreciación del peso mexicano al aumento en los flujos de dólares que llegan del exterior vía exportaciones, remesas e inversión extranjera, así como a La preferencia a nivel internacional de los inversionistas por tomar pesos como medio de inversión: “Esto se da cuando no hay miedo y entonces dejan los dólares y toman otros activos con una mejor perspectiva de rendimiento. El peso es la moneda más líquida de toda Latinoamérica, no hay horario de apertura ni de salida y a los inversionistas esto les da la seguridad a los inversionistas de que pueden salir o entrar cuando quieran”, detalla.
Siller afirma, incluso, que aún existe un espacio para una apreciación mayor, hacia niveles de 17,20 pesos por dólar. Sin embargo, advierte de que sería muy poco probable un piso más allá de este tipo de cambio debido a una probable recesión en Estados Unidos, un escenario que desaceleraría los flujos de exportaciones y remesas a territorio mexicano e impulsaría la aversión al riesgo que ahora no permea entre los inversionistas.
Por ahora, la fortaleza del peso ha vuelto a traer a la mesa de debate la conveniencia o no del llamado superpeso. Del lado de los factores positivos sobresale que una moneda local fuerte ayuda a abaratar los precios de los artículos importados y con ello a contener la inflación. “Lo que más le conviene a cualquier país es beneficiar al consumidor y entonces si estás importando más barato y estás ayudando a la inflación pudiese haber un sesgo positivo. Como importamos mucho para producir localmente te ayuda a mejorar los precios. Además, en alguna cuestión de duda, al momento de convertir la deuda externa en pesos te sale más barato, en ese sentido, también le ha ayudado un poquito al sector público”, asevera James Salazar, subdirector de análisis económico de CIBanco.
César Salazar, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, precisa que un tipo de cambio relativamente apreciado es mejor para la economía mexicana. “Regularmente, las etapas de expansión económica en México han coincidido con etapas de apreciación cambiaria, no es algo negativo, en principio, pero en verdad, una apreciación cómo está en la que cada vez estamos rompiendo más pisos, sí podría generar en algún punto problemas competitividad. Una apreciación fuerte hace que nosotros seamos menos competitivos en el exterior y eso pueden afectar los salarios de los trabajadores”, zanja.
Sin embargo, el tipo de cambio en estos niveles también implica un balance de perdedores. Carlos Serrano, economista jefe de BBVA México, explica que la cotización del peso esté llegando a estos niveles puede suponer un viento en contra para sectores como el exportador, el turismo y las personas que reciben remesas. En esta misma línea, José Abugaber, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales de México (Concamin) alertó recientemente que las industrias como la textil, del calzado y electrónicos se verán perjudicadas al incrementarse los costos de las exportaciones, factor que también limita la competitividad del país. “Son industrias que tienen que ir a vender y promover y si regreso con un cliente a subir los precios nos van a dejar y se irán a China”, declaró el empresario.
En BBVA México, el pronóstico apunta a que la moneda cerrará entre 18 y 18,5 pesos, mientras que las previsiones de Banco Base perfilan un tipo de cambio de 18,10 unidades por dólar para el cierre de 2023.
El panorama para la moneda mexicana todavía es alentador. Aun con la ligera depreciación del peso que se anticipa hacia el último semestre de este año, los especialistas coinciden en que la moneda aún mantendrá un nivel de fortaleza frente al dólar en 2023, por debajo de las 19 unidades, un buen nivel si se compara con las cotizaciones de hace tres años cuando un dólar llegó a intercambiarse en un máximo de 25 pesos.